Un caluroso día de julio fue testigo de la boda de Manuel y Verónica…
Como siempre decimos, cada boda es diferente, porque los novios hacen suyos cada momento para que sea único e irrepetible.
El día empezó pronto. Manuel nos esperaba muy tranquilo en casa, su tranquilidad compensaba los nervios de su madre para que todo y todos estuvieran listos para la ocasión. Era un día muy especial, se casaba el niño pequeño…
Verónica, nos recibió en una casa repleta de familiares. Aunque había amanecido tranquila, sus nervios iban apareciendo mediante una risita nerviosa que no se podía esconder. Ahí estaba radiante junto con sus fieles ayudantes, su madre y su tía, que estuvieron pendiente de ella en todo momento.
Fue una celebración en la que se pasaba de la risa recordando grandes hazañas de juventud a la lagrima, recordando a aquellos que no pudieron estar.
Manuel y Verónica quisieron que todas las personas, que han sido importantes en su vida, estuvieran presentes de una manera u otra. Detalles que no se olvidan.
Un día mágico que junto con sus amigos y familia hicieron que el día fuera inolvidable.
Manu&Vero, os deseamos lo mejor!